lunes, 31 de enero de 2011

¿La razón puede también soñar?

Linda pregunta por donde se la analice; pero creo que ya ha sido respondida con suficiencia por uno de los más grandes novelistas portugueses e integrante de la Revolución de los claveles (movimiento revolucionario portugués de 1974). Este hombre, que el único compromiso que ha tenido fue con el ser humano, ha analizado la utilidad de los medios de comunicación en un artículo de Le Monde Diplomatique, en el cual desarrolla la respuesta a este interrogante que presentamos. Por lo tanto, este trabajo solo hará la interconexión de dicho texto con las posibles objeciones que puedan suscitarse.

Francisco de Goya (pintor y filósofo español) es quien propone esta reflexión ya en el siglo XIX cuando escribe pronosticando que “el sueño de la razón engendraría monstruos”. Esto es clave para posicionarnos en esta era de la información. Saramago rescata esta frase importantísima de la boca de un filósofo que no tiene la fama de otros. Con ella se sirve para fundamentar el concepto de comunicación del siglo XXI.
Nuestro premio Nobel de Literatura (1998) empieza su artículo a partir de otras preguntas  desprendidas de la frase de Goya: Pero ¿se trata de una razón despierta? ¿En el verdadero sentido de la palabra "despierta", es decir atenta, vigilante, crítica, obstinadamente crítica? ¿O de una razón somnolienta, adormecida, que en el momento de inventar, de crear, de imaginar, se descarrila y crea, imagina efectivamente monstruos? Una mentalidad relajada podría decir que esta reflexión tiene una contradicción, que sería la de afirmar que la razón misma puede ser una razón sin razón en ciertos momentos. Pero esta afirmación veremos que tiene mucho de verdad como para no considerarla.
Supuestamente hemos llegado a la cumbre del desarrollo intelectual de la humanidad, quien estaría preparada para resolver casi todo problema cognoscitivo que este a su alcance histórico. Esto es falso, por la sencilla razón de que la humanidad no está representada por 500 o más físicos, científicos, ilustres pensadores, etc. que sí estarían a un nivel intelectual con grandes posibilidades de encontrar respuestas al mundo. Con lo cual podría decirse que la humanidad sigue siendo la misma en esencia, no ha cambiado tanto. Lo que cambió radicalmente en el pensamiento fue la mentalidad de solo algunos privilegiados. Los avances que vinieron con las distintas revoluciones humanas (políticas y culturales) no han incluido a todo el mundo como se supone. Por ende, todo progreso que se logre siempre es —como dice Saramago—bueno y malo a la vez. Bueno para unos pocos, malo y engrosando aún, para la mayoría. Entonces, la razón de la modernidad como solo una metáfora de la ignorancia encubierta se quiere presentar con un carnet de legitimidad que justifique el estado de cosas. Es muy utilizada la expresión de que hoy la gente ha evolucionado como nunca antes,  gracias a los avances de los medios de comunicación. Pero sigamos aferrándonos a las palabras de Saramago y planteemos lo siguiente: acaso los medios de comunicación no son también una amenaza seria de deshumanización y manipulación. De hecho, nadie podría no reconocer el valor de los medios para la circulación informativa; pero lo negativo también debe concienciarse para no ser ingenuos en este debate. Utilicemos el ejemplo práctico de nuestro escritor portugués: si un abonado de televisión por cable tiene 500 canales a su disposición, ¿de qué sirve? A primera vuelta uno creería que está mejor informado que el abonado de 5 canales; pero si pensamos un pocos más y sabemos que “conocer” los quinientos canales supone cuatro meses —por imaginar un número moderado, porque pueden ser muchos más— evidentemente cae nuestra primera apreciación en un pozo. Ya que el abonado de cinco canales tendrá un conocimiento mucho más profundo de lo mínimo que ve, mientras que el de quinientos canales se pasará la vida mirando y nunca analizando. Y es aquí donde debe aparecer de nuevo la frase de Goya; porque la razón del hombre que tiene su computadora con millones de contactos y recursos e imágenes puede —y lo hace todo el tiempo—encontrarse durmiendo a su inteligencia. Esa misma razón que lo puede salvar, lo está hundiendo en una improductiva evasión. Además, esta evasión ya es una manipulación desde las oficinas de los grandes monopolios de la comunicación.
Se ha mencionado, por otro lado, la posibilidad de una deshumanización a cargo de las nuevas tecnologías. Y si nuestro razonamiento no está errado, dicha consecuencia es razonable si se piensa en la gran cantidad de seres humanos que dejan de serlo para ser atrapados por las redes virtuales y por la pasividad que ella genera. Las palabras sabias de Saramago creemos que son formidables para este problema: la información nos vuelve más eruditos o sabios solo si nos acerca a los hombres. Podemos decir, entonces, que esta frase de Saramago ya es sabia porque nos invita a acercarnos a los hombres y no a competir y alejarnos de ellos. Pero, ¿cómo no alejarse de los hombres con tanta aceptación —o resignación—a los valores impuestos? Sin una conciencia de lucha por la reafirmación del ser, no quedará más que el resultado no querido. Habrá más televisores haciendo reír a hombres sin derechos ni deberes que piensan toda una vida en buscar un plan para comprarse un auto, un viaje, o ser el mejor de todos los hombres. Habrá más computadoras que comunican más virus que pensamientos, y darán muerte cerebral a quien las quiera manejar. Esto, sin mencionar lo que nos preparan las guerras del futuro a través de las nuevas tecnologías.
Llegado hasta este punto, Saramago tiene mucha razón para indignarse de la razón. Ha conquistado lugares nunca imaginados, pero paralelamente ha hecho estragos también nunca alcanzados. Hoy algunos saben mucho más del mundo que en cualquier otro tiempo de nuestra historia, pero paradójicamente se puede afirmar que hoy la humanidad sabe mucho menos de este mundo que hace 200 años. (Alguno diría que hasta la razón excluye)
Esta pesadilla que nos anunció Goya y que vuelve a recordarnos Saramago, es, como se dijo anteriormente, el sueño de la razón en su versión adormecida y no del sueño despierto. Y la comunicación es el instrumento que debe revelarse ante sus dueños como para salir de esta encrucijada. Es la que debe volver a buscar la comunión entre los interlocutores, la que debe propiciar la reflexión metódica y dirigida por sus actores, y nunca por terceros. En fin, es la que debe generar el contacto real (en su versión realista y ficcionaria) de los hombres, para que se sientan partícipes de este mundo, como agentes y no objetos de sus conductas.
                                                                                                                                                                   Lic. Luis Torres
Bibliografía
Saramago, José. ¿Para qué sirve la comunicación? El Diplo Nº 9 marzo 2000. Pág. 37

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